El Miércoles de esta semana fuimos de visita al museo Esteban Vicente donde había una exposición de un pintor llamado Mon Montoya. Al principio la monitora nos propuso hacer unos dibujos para darnos cuenta de la dificultad que tiene dibujar automáticamente, es decir, sin pensar. Cuando acabamos esta actividad comenzamos a ver el museo, la monitora nos regañó por comentar las obras que íbamos viendo, dijo que tenía fiebre y que no tenía por qué estar ahí ya que no era su turno. La exposición me estaba gustando, pero la actitud de la monitora me pareció muy fuera de lugar, nosotros estábamos comentando las obras, sin montar mucho jaleo, como haría cualquiera. Cuando tuve la oportunidad de irme (ya que así lo ofreció la monitora) me fui con unos compañeros. He visto la obra de Mon Montoya por mi cuenta porque la exposición si me llamó la atención. Parecía que el destino quiso que nos fuéramos de la exposición, ya que de camino nos topamos con un hombre al que le estaba dando un ataque epiléptico, o eso parecía. Fuimos nosotros los que llamamos a la ambulancia para ayudarle y estuvimos con él hasta que llegó. Por suerte Constantino, que así se llamaba el hombre, parecía recuperarse.
Fue una tarde que ninguno de nosotros imaginábamos así, pero así fue.
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